Los que me rodean no están bien. Todos van cayendo como moscas, ante tiempos difíciles en los que nadie se salva de pisar una peladura de plátano y algunos consiguen mantener el equilibrio, pero otros no. Ahí entra el prójimo en acción, aquel que ve esa cáscara en el suelo y decide hacer algo ante el eminente golpe o incluso, una vez ahí en esos bajos fondos, el prójimo baja para intentar ayudar a alguien a subir otra vez a la superficie. Esos prójimos hacen todo lo que pueden para que aquellos heridos de si mismos y sus circunstancias vuelvan a insuflarse de energía y todo se vuelva a estabilizar. El problema es que hasta los propios prójimos caen y entonces, no hay nadie que les eche un cable a ellos, pues se ha quedado huérfana la cadena.
¿Todos acabamos en el hoyo, tarde o temprano? Ahora hay que seguir hacia adelante, no hay que ser débil, ni dejarse arrastrar por las mareas que quieren dejarnos en el fondo del mar, siempre hay una salida...
Estos temores, dudas y dolores se me agolpan mientras escucho lo nuevo de Metronomy, The English Riviera, y el ambiente blanco y diáfano del videoclip de The look me ciega de la oscuridad de estos últimos post...
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