Hoy quiero sumergirme en el mar y nadar sin hacer ruido, ni mover aparatosamente los brazos y las piernas.
Ni siquiera aguanto con una canción más de un minuto seguido.
Pienso en el bombardeo de festivales que se nos avecina dentro de unos meses y en que hay que ponerse a elegir para no fastidiarla y perderte los bolos del verano.
Al final no se como lo hago, pero siempre sale todo al revés y me llevo sorpresas agradables y otras desagradables.
Esto me recuerda a mi último verano, en que por un tejemaneje de caprichos y casualidades acabé viendo a Belle&Sebastian en Santander rodeada de parejitas felices de media superior a los treinta años, que no paraban de venerarse amor entre canción y canción.
El concierto en su momento me gustó, pero no lo asimilé lo suficiente. Ahora, he dejado de lado factores externos y pienso en su perfecta formación, en ese pop tan redondo y esas dulces melodías.
He comenzado pensando en el mar y he terminado en Santander a orillas del Cantábrico deseando que pare el mundo.